La procastinación en la actividad académica
La
procastinación en la actividad académica
“En
media hora empiezo a estudiar”; “mejor arranco a la tarde, ahí me concentro
mejor”; “veo unos capítulos de mi serie favorita y arranco con todo”; “ya fue,
empiezo mañana”
La procastinación es uno de los más frecuentes
problemas que aqueja a los alumnos de todos los niveles, pero sobre todo a
los de nivel inicial universitario.
En mis años de ejercicio docente he visto a estudiantes brillantes caer presos de este “mal”. Con el auge de las redes sociales
y el desarrollo tecnológico, esta problemática
se ha acrecentado. Pero siempre estuvo presente. Es muy
frecuente observar alumnos que no presentan dificultades a la hora de acceder a variados y complejos
algoritmos de resolución de problemas, pero que sin embargo no rinden
correctamente en los exámenes; o por lo menos, no como ellos lo desean. Ni que
hablar de alumnos que presentan problemas para comprender un material complejo
y que además caen presos de la procastinación. Paradójicamente los alumnos que tienen
mayores dificultades para entender una asignatura son los que desarrollan mayores
hábitos procrastinadores; procrastinan como si eso ayudara a hacer más sencillo
el entendimiento. O mejor dicho, hacen uso de la procastinación como mecanismo
adaptativo frente a esas dificultades (ya indagaremos en este punto clave).
Cada vez es más evidente para todos los educadores
contemporáneos que el intelecto o las capacidades cognoscitivas por sí solas no son suficientes para la concreción de metas académicas. Lo
emocional, lo motivacional, el contexto social y familiar… hasta el contexto
ambiental resultan tener potencia condicionante
a la hora de encarar los estudios. La gama de factores que afectan al
desempeño académico es extensa e inconmensurable en muchos casos. Si bien
numerosos estudios han intentado desglosar estos factores, pocos han sido los resultados si lo que se busca es aquel secreto mágico y
máximo que permita aprender todo y a todo
el mundo por igual. Métodos infalibles se han confeccionado con la pretensión
de una garantía absoluta. Tal cosa no
existe, eso es seguro. Sin embargo, la motivación de la mano de la vocación,
suelen ser baluartes incuestionables a la hora de analizar la difícil tarea de
aprender. Tal introducción de factores
ajenos – pero interrelacionados - al
intelecto, son relevantes y necesarios para una cabal comprensión de temas
relativos a la educación.
La procastinación viene de la mano de la postergación.
Procrastinar consiste en postergar sistemáticamente tareas “poco agradables” para recurrir a hábitos más “agradables” o placenteros.
La palabra clave para entender la diferencia entre procastinación y
postergación es sistemáticamente. El
procrastinador posterga todo el tiempo aquellas tareas que no resultan tan
placenteras. Siente que necesitaría
mucha fuerza de voluntad para vencer estas tendencias a postergar. Tanta fuerza
de voluntad que resulta frustrante. De esa manera, continúa postergando al
infinito. La procastinación tiene cierta semejanza con la adicción en el
sentido de su circularidad o su circuito de retroalimentación.
Parecería funcionar - reduciendo al mínimo las implicancias teóricas
- del siguiente modo:
a) Frente a una tarea desagradable, el sujeto posterga su
concreción para realizar tareas habitualmente más placenteras. La tarea es desagradable en tanto es compleja, en
relación con otras actividades habituales.
b) Frente a esta
postergación, a medida que el tiempo avanza, el estudiante va pensando en el posible
desenlace negativo frente a un examen inminente (desaprobar dicho examen). Además de otros pensamientos y sentimientos anudados
a esta cognición(recuérdese que se está
realizando una simplificación teórica)
c) Esto,
en lugar
de promover el estudio, genera
frustración, tornándose más displacentero el acto de estudiar, favoreciendo de esta manera, una nueva y más
poderosa
d) postergación. El sentimiento que automáticamente se anuda es el de
la culpa. Culpa teñida de infinidad de pensamientos negativos de los más variados estilos y contenidos. Llega un momento, cuando se está cerca del
examen, que sólo quedan dos opciones. Ponerse a estudiar todo a último momento
o postergar nuevamente y dejar la materia o asignatura en cuestión para otro
momento. Ambas salidas, poco
recomendables, si atendemos al deseo de culminar una carrera en el menor tiempo
posible. La primera generará un precedente por el cual todas las materias
tenderán a ser estudiadas a último momento. Para muchos esta opción es viable,
frecuentemente utilizada y hasta en algunos casos admirada. La segunda llevará
a una extensión en el tiempo de la
carrera o curso, con un creciente aumento de la probabilidad de deserción
universitaria o cambio de carrera.
Como se dijo, el esquema precedente sólo es una mera
reducción de las implicaciones teóricas y prácticas que el concepto de
procastinación engloba. Pero no por ser simplificada es menos potente en la
explicación del fenómeno. El modelo permite observar como la conducta frente a
la tarea de estudiar puede ser por demás compleja y multideterminada. Tal
determinación está dada por las más complejas variables intra e
interpersonales, sociales e históricas. Por supuesto que no todos los estudiantes procrastinan
y por supuesto que el nivel de postergación dependerá en mucha medida del resto
de las variables mencionadas (emoción, contexto social y ambiental, motivación,
vocación, capacidades intelectuales… y un gran etcétera). Cuanto más compleja es una asignatura, mayor
será la tendencia a evaluar el acto de estudiar como displacentero y, por ende,
mayor la probabilidad de procastinación, sobre todo si no se han desarrollado
poderosos hábitos de estudio que permitan mitigarla. Muchos autores postulan a la postergación
desde su vertiente adaptativa; un intento por no encontrarse con las “faltas”, falencias o las propias
dificultades. No se ahondará mucho
más en esta vertiente del problema.
El procrastinador es vicioso en su conducta; la convierte
en hábito, en tanto y en cuanto la postergación produzca sentimientos fuertes de culpa y frustración
que lleven a evaluar como aún más desagradable la tarea de estudiar.
Surgen varios interrogantes frente a este esquema explicativo.
¿Por qué hay tareas que nos resultan más placenteras
que estudiar?
La mayoría de las tareas que son utilizadas para procrastinar son hábitos enraizados en nuestros esquemas de pensamiento y
comportamiento. Ante un determinado estímulo, como por ejemplo recibir un
mensaje por el celular, existen una
serie de patrones definidos para actuar. Por ejemplo, responder el mensaje e invitar
a otros a participar de la conversación; o conectarse a redes sociales para compartir algo con nuestro
interlocutor. Cuando nos queremos dar
cuenta… estamos viendo videos en red sobre infinidad de cosas que nada tienen
que ver con ese libro que dejamos tirado en nuestro escritorio hace ya una
hora. Increíble…hemos postergado el estudio casi sin darnos cuenta. Esta es
la fuerza del hábito. No requiere fuerza de voluntad concretarlo. Lo más
peligroso…la propia procastinación se convierte en hábito. De esta manera, las
tareas más placenteras (en tanto poco complejas) son aquellas que responden a
nuestros hábitos más enraizados. Sería ideal convertir el estudio en un hábito
de semejantes características, ¿no es así?
¿Está mal postergar el estudio? ¿Eso me hace peor
persona o un mal estudiante?
En absoluto, ningún hábito puede catalogarse como
bueno o malo; esto sería establecer una etiqueta a las personas. Algo así, como
procrastinadoras y no procrastinadoras; buen y mal estudiante; alumno brillante/alumno problema. Nada más lejos del
abordaje profesional de esta problemática. La
procastinación será un problema si esto es “sentido”
así por el estudiante. Existen alumnos que viven contentos con sus hábitos
postergadores; estudian todo a último momento y rinden con éxito sus
exámenes. Hasta incluso se sienten
orgullosos por estudiar tan poco y salir airosos. Lo que pierden de vista este
grupo de estudiantes es el aprendizaje de calidad que sólo la gradualidad puede
propiciar. Pero ese es otro tema que excede al presente artículo. La procastinación se convierte en problema
cuando interfiere en el rendimiento académico (ni hablar si además interfiere
en otras áreas de la vida). En otras
palabras, el hábito de postergación será “malo”
si el alumno observa que esto está demorando su carrera o su estilo de vida
universitaria, siempre y cuando dicho estudiante pondere estos valores y logros
como prioritarios. Dicho esto, también es cierto que cuanto
mayor sea el hábito postergador, mayor será la probabilidad de fracaso
estudiantil. Pero el caso por caso es sumamente importante, tal cual
fue mencionado.
Si logro conquistar este hábito y dejar de postergar ¿seré
el mejor estudiante de la clase?
Aprender es un proceso complejo, con muchísimas aristas
y ribetes. Como se mencionó, se trata de la interconexión compleja de diversos
factores: lo emocional, lo social y familiar, el contexto ambiental, la
inteligencia y otras variables se imbrican para que acontezca algo de lo que se
llama aprender. Dominar la postergación no es por sí sólo el secreto para
sobresalir en los exámenes, si esto es lo que se busca. Tal secreto no existe. Pero sin duda alguna,
tener buenos hábitos de estudio y reducir al mínimo la procastinación, incrementarán las probabilidades de éxito. Y
no sólo en la esfera académica.
¿Es posible
reducir la procastinación en el estudio?
Como todo hábito, la procastinación fue aprendida y
cristalizada luego de muchos años de su ejercicio. Por ende, puede des -aprenderse o por lo menos reconfigurarse a
su mínima expresión, reemplazándola por hábitos más funcionales de estudio.
Mediante el trabajo individualizado, el profesional debe guiar al estudiante
para usar parte de la fuerza de voluntad para quebrantar uno de los enlaces de
la cadena procrastinadora. Dicho de otra manera, no es aconsejable usar mucho la
fuerza de voluntad para lograr ponerse a
estudiar. Mediante la guía profesional se debe usar una mínima fracción
de la voluntad para vencer la tendencia procrastinadora y así diseñar hábitos
de estudio que fluyan libremente, sin estar constantemente “haciendo fuerza para estudiar”.
Mediante técnicas sencillas como la “técnica
de estudio enfocado”, se puede empezar a diseñar y mantener estos hábitos
tan anhelados. Otra de las estrategias que puede utilizarse es crear un buen
ambiente óptimo de estudio (más allá de que en fases más adelantadas del
proceso de aprendizaje, es recomendable alternar lugares de estudio), dejando
de lado todas las distracciones que habitualmente llevan a los estudiantes a
procrastinar. Es decir, celulares, televisión, música, etc., todo apagado. Usar
la fuerza de voluntad para quitar los estímulos que habitualmente nos llevan a
postergar es siempre el primer paso.
Otro de los consejos que puede brindarse en esta breve
reseña es el siguiente
“Concentrarse en el proceso, no en el producto”
Es habitual que los alumnos a la hora de estudiar, se
sientan bombardeados por pensamientos intrusos relacionados con el día del
examen. Es decir, apenas se está comenzando a estudiar y ya se van contando las
páginas que quedan por leer, o se está pensando en el fracaso en el momento de
rendir. Algo así como agarrar la primera página del libro y ya pensar: “¡me
va a ir mal!”. Lo único que esto logra es tornar frustrante el momento
de estudio, favoreciendo de esta manera a su postergación. Estos pensamientos
deben simplemente dejarse fluir, no darles importancia; dejarlos pasar sin darles importancia. Es fácil decirlo. Para muchos esta tarea es
compleja y, en algunas ocasiones, la intrusión de estos pensamientos está
relacionada a determinadas patologías o problemáticas que sólo la labor
profesional ayudará a reducir. Pero para
muchos otros estudiantes ser consciente de que son simplemente pensamientos que
no tienen ningún tipo de fuerza en la realidad, suele ser suficiente para evitar
la frustración mencionada y encarar correctos hábitos de estudio.
Otro de los aspectos fundamentales para crear buenos
hábitos de aprendizaje resulta ser una adecuada planificación del estudio.
·
Establecer
metas cortas de estudio, con autoevaluaciones constantes y serias;
·
recompensarse cuando se logra cumplir con
estos objetivos;
·
no
extender los intervalos de estudio mucho más de una hora y media, antes de un
descanso;
·
Comenzar
el estudio de aquellos temas o materias más complejas;
·
planificar
actividades diarias de recreación y esparcimiento, con igual carga horaria que
el estudio;
·
y dormir adecuadamente
Se trata de herramientas enriquecedoras para el desarrollo
de hábitos de estudio completos y coherentes, que llevarán a reducir los
impulsos procrastinadores. Un componente esencial para el desarrollo de buenos
y nuevos hábitos es la creencia. Si se
cree en lo que se está cambiando y se
aplica con regularidad y voluntad las herramientas mencionadas, creyendo
realmente en su potencia para el cambio, mayor será la probabilidad de éxito en la concreción de los hábitos de
estudio.
Lo más
importante… son herramientas que se pueden practicar en forma autónoma, antes
de recurrir a la ayuda profesional, siempre necesaria cuando ya nada parece dar resultados.
Lic. Pablo Daniel Zuccaro
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
IEC. Con la tecnología de Blogger.
0 comentarios:
Publicar un comentario